Se nos fue el Diego. No se podía creer la noticia. Nos tenía mal acostumbrados. Tantas veces cayó, como tantas se levantó. Su magia con la pelota parecía que la trasladaba para recuperarse de todos los episodios vividos. Parecía un gato con siete vidas. Escuchábamos las noticias y nos preocupamos, cuando lo internaron. Pero siempre se alentaba la esperanza, que a Diego nada le podía pasar. Gambeteaba a la muerte como en la cancha a los rivales. En lo profundo sabíamos que se las arreglaría para zafar. Como lo hizo una y mil veces. El Diego. El Diego sale, es de hierro. Siempre sale adelante. Pero esta vez no se dio así. Se nos fue el Diego. Parece que desde el cielo le dijeron: “Volvé al cielo, ya diste, todo de vos allá abajo. Acá se están aburriendo un poco. Volvé, tu función sigue por acá”. Cuanto nos dejó a lo largo de su carrera. Infinidad de gloriosas jornadas desplegando toda su habilidad y por encima de eso, que es tan valioso y definidor, tenía la actitud ganadora de los grandes. Los privilegiados. A su talento natural le agrega el valor del espíritu ganador. Son los que no se asustan ante ninguna parada. Eso fue el Diego, el mejor amigo de la pelota. El “Pelusa del bicho”. El “cebollita”, que salió y jugó en nuestros barrios. En el Club Parque y en los potreros. Aquí está su origen. Un vecino como nosotros. Te queremos y te seguiremos adorando. “El Dios de la pelota”. En la cancha no había rivales. Siempre tenías una marcha más que ellos. Diego querido, te despedimos y damos las gracias por todo. A continuación, un poema escrito por Biswajit Ganguly, que no es argentino, pero, comprende tan bien, lo que representa para nosotros, que debería serlo:

Maradona, Maradona, Maradooo…
Tu pie izquierdo tenía el poder de un gran pincel de pintor. Tú hiciste el fútbol. Para hablar con los movimientos cambiantes de tu cuerpo. Defensores de todo el mundo, intentaron asustarte, atacarte, avivarte. ¿Podrían arrebatar tu parte externa del cuerpo, una pelota de fútbol? Te moviste como una luz blanca, en la nube oscura de la defensa del oponente. Otros delanteros vieron el poste de la portería del oponente. Tú apuntaste a disparar allí. Hubo una palabra que te alimentó, en toda tu carrera futbolística: gol, gol, gol. No solo los fanáticos argentinos, sino los amantes del fútbol en todo el mundo, estaban locos por tu culpa. También estabas loco por ellos. Arriesgaste y sacrificaste tu cuerpo. para el disfrute de millones de fanáticos, que vieron indiscutiblemente las mejores habilidades de regate y movimiento corporal, en todo el campo de fútbol. Algunos dicen, eres el Dios del fútbol. Algunos dicen, eres el príncipe del fútbol. Yo digo, eres un tigre. Con rayas blancas e índigo. Que empezó a cazar con una pelota, en los barrios pobres de Buenos Aires. Que dejó su huella, en su jugar para Boca juniors. Quien eventualmente, se convirtió en la mayor sensación del fútbol, debido a su creatividad, espíritu de lucha y habilidad futbolística con el don de Dios. Él era el ‘Dios’ en la copa del mundo. No por su mano. Sino verdaderamente por su excelencia. En el fútbol regateando con la zurda besaron el fútbol en lugar de los labios de los amantes y amaban gritar: Maradona, Maradona, Maradona mágica. Y no olvides su aportación, en el fútbol de clubes como Napoli y Barcelona. Pero ahí está su caída en desgracia. Aunque eso no puede borrar su pasión por el juego, y todos sus logros, están bien conservados, en los corazones de millones de seguidores emocionales, que besaron el fútbol en lugar de los labios de los amantes y amaban gritar: Maradona, Maradona, Maradooo…