Desde estas humildes columnas, desde hace años, nos venimos cuestionando, de manera crítica, el sistema que impera actualmente, para la renovación de cargos y la duración de los mismos. De cualquiera de las categorías. Con mucha más razón, en la etapa que nos toca vivir en el presente de nuestro querido país. Es conocida y reconocida, por todos los espacios, la situación de emergencias múltiples en las que estamos sumergidos. Peligra la salud por la pandemia. A un paso está la posibilidad de superarla por medio de las vacunas. Por “culpas que nunca tuvimos” – el tango siempre aporta sus frases- no se termina de recibir el abastecimiento adecuado y primordial. Los laboratorios no tienen la capacidad de producción suficiente. Somos miles de millones de brazos para inocular. Entonces priorizan a los suyos. Los demás venimos con entregas reducidas y a la cola. Mucho no podemos hacer. Solamente insistir ante distintas opciones y administrar la aplicación a los segmentos prioritarios. Los de más riesgo. Los que tienen su vida en juego. Los mayores, los que padecen enfermedades, el personal sanitario de primera línea y los docentes. Después, el resto. Cuando ese orden se altera. Son pasos atrás que se dan. Gente que muere por no recibirla. Esto no es un chiste, ni una picardía. La economía no arranca y no se consigue frenar la inflación, a pesar de los esfuerzos. No se encuentra una salida. El problema es de fondo y es necesario reformar el funcionamiento básico de las estructuras. No se arregla con parches. Hace falta cirugía mayor y cirujanos que puedan lograr éxito en la gestión. El otro flagelo, la inseguridad. Cada vez aumentan más lo ilícitos de todo tipo. Los que más duelen, los cotidianos. De poca monta y que se ha cobrado muchas vidas, por robos de poca monta. Los delincuentes no les importa matar por un celular o una bici. No le dan valor a la vida del ser humando. Es el don más preciado. No es posible morir por esas nimiedades. El alto valor de una vida humana lo siente y reconoce el círculo afectivo de cada persona. Además, es injusto e imposible de admitir, que sin importarle nada, maten por lo que sea, poco o mucho. Nada vale más que una vida. Cuando los atrapan. Entran y salen. Los que esta
guardados, tienen miles de recursos para apelar su libertad. Y la consiguen. Lo mismo que lo violadores. No les cuesta mucho. Vuelven rápidamente a convivir con la sociedad y a buscar nuevas víctimas. Que cada vez, atacan y llegan a matar con más crueldad y sin necesidad. Las salidas de estos delincuentes, por lo general no tienen razones lógicas. Muchas vidas se han perdido por decisiones ligeras de los jueces. Esa es la Justicia que no funciona. La primera que hay que reformar. La otra la que juzga al poder público, a la cola, como nosotros con la vacuna. Las urgencias de la gente pasan por otros lugares. Algunas las describimos. Hay muchos más. Todos las conocen. Por eso, volviendo al principio. Las elecciones ocupan a los políticos, los que están ejerciendo cargos públicos, el oficialismo y los que aspiran a ocuparlos, la oposición. Todos participan del proceso eleccionario. El tema es el tiempo que les lleva la campaña. Es muy largo y se deja de lado la gestión. Si el país hubiera conseguido, a través de los años, funcionar ordenadamente, podría funcionar hasta automáticamente. En un caos como el que vive la Argentina, hace falta, dedicarle mucho más, que el tiempo disponible. Nunca vamos a salir si no lo hacemos. Cada año electoral, se lleva alrededor de ese tiempo en campaña. En campaña no se gestiona. En campaña no hay posibilidades de unidad. En campaña el otro es el enemigo. Lejos de unirnos para salvar el país, nos peleamos por el poder. Es un combate malo desde cualquier ángulo que se lo analice. A las trompadas y con golpes bajos y a la cabeza. Hay que destruirlo al otro. El otro, es un ser humano también. Como vos. Cuando reconozcamos que el otro, también respira, come, duerme, ama. Nos daremos cuenta que es un semejante. Un par. Para convivir y hacer cosas juntos. No para pelear por ellas. Sí, para crearlas juntos. En un período de cuatro años, saquemos la cuenta de cuánto tiempo se gobierna y cuanto se dedica a las campañas electorales. El año anterior, campaña. Es elegido un candidato, gobierna un año y tres meses, como ahora. Se realiza la apertura de las sesiones legislativas y empieza la pelea. Piña va piña viene. Los muchachos se entretienen con esas cuestiones. El pueblo, mira, observa y sufre. Por todo el estado de cosas que mencionamos más arriba. “¿Quién podrá salvarnos ahora? El chapulín colorado”, ya no está y tampoco nunca nos ayudó. Estamos en las manos de Dios. Solo nos queda rezar. Después de las primarias de las legislativas, se continua con las generales. Ahí llegamos a fin de año. Sigue en marzo del 22 la apertura del Congreso. Veremos si las palabras son más conciliadoras que confrontativas. Podemos tener unos 9 meses de gestión. Sigue marzo del 23 y empieza la campaña por los porotos. En total, sólo dos años de gestión sobre cuatro. Esto está muy mal. Así no vamos a ninguna parte. Hay que cambiarlo. Urgente. ¡Esto es urgente! y
prioritario. Junto a la salud, la economía, la seguridad, la educación y la justicia para los ciudadanos comunes. Por todo eso sostenemos. Empezó la campaña en el medio de todos los problemas que tenemos. Lo más suave es decir que son unos desubicados. Todos. En esto están en un mismo plano. No piensan en el pueblo. Solo en ellos. Acortemos las campañas. No más de dos meses. Antes prohibido. Con multas e inhabilitaciones. Otra posibilidad es extender el período de gobernó a seis años. En cuatro, no se puede hacer nada serio. En dos mucho menos