Por Francisco Grillo
El clásico encuentro de las trasnochadas de Buenos Aires
Cuantas historias se habrán desarrollado en esas mesas con manteles de blanco papel, que resultaron los papiros donde, un solitario romántico, trasladaba los sentimientos que afloraban en su corazón. Entre bocados de los vermichellis mixtos, con tuco y pesto. El plato infaltable en esas mesas. Por supuesto, con el pingüino de vino de la casa. De postre, el inevitable flan, con dulce y crema. La alternativa, el vigilante.
Una rima aquí, otras más allá. Otros más cerca de la tierra acunaban sus proyectos en ese blanco mantel. Algunos un teléfono. Una canción. O la formación de la selección ideal de fútbol. El lugar de encuentros entre los más diversos personajes. Pippo era el emblema, pero no el único de esa cuadra de Montevideo, entre Corrientes y Sarmiento, más sus adyacencias. Pepito, al lado, Bachin, Chuiquilin, sobre la vereda del mercado de enfrente, donde ahora reina El Paseo La Plaza. Artistas de todo calibre, poetas, músicos, cantantes, compositores, tacheros, vedettes de los teatros de revistas, desde las primeras a las últimas. Los trabajadores de toda la actividad nocturna. Santos y non. Un conglomerado de ejemplares de la noche porteña.
La mayoría, no estaba en esos lugares “porque perdió el colectivo”. Era, como con los vampiros, su mejor momento de las 24 horas. Todos se vanagloriaban de su condición de noctámbulos, estaban orgullosos de serlo. Chapeaban con que “el rocío de la noche había humedecido sus hombros”. Toda la trasnochada bohemia desfilaba por estos lugares de la calle Montevideo. Pippo y los demás, eran la contención al final de las actividades de trabajo y entretenimiento de los habitantes de la noche porteña. Que estaba en su mayor esplendor, hace unos 40 años para atrás. No hablamos de los fines de semana. Esto ocurría de lunes a domingo. Por algo estaban abiertos hasta la seis de la mañana. Había clientes. La letra del tango “Chiquilin de Bachin” es una muestra fiel de los que pasaba en estos rincones de Buenos Aires. La florista que se acercaba a la mesa donde cenaban parejas y más de uno le compraba una ilusión.
El 2 de junio de este año festejaron los 83 años de existencia. El primer local, se fundó en1937, en Sarmiento entre Montevideo y Rodríguez Peña, sobre la mano derecha, la vereda del Mercado. Hoy “El Paseo de la Plaza”. El obelisco, recién tenía un añito de vida. Dos íconos porteños que se instalaron a la par. Así “juntos a la par”, continuaron hasta ahora en que la pandemia los separa. En el año 1941, se muda al actual local, en Montevideo 341. A este, más adelante se le agregó uno al ladito nomás. Hubo otro, que ya no funciona, en Callao y Santa Fe. El restante, todavía en actividad, en Paraná 356, abierto en el año 1967. Siempre que se concurría a lo de Pippo, era muy común encontrase con muchos personajes populares. Alguna vez nos tocó compartir mesa con José Luis Perales, por ejemplo. Por citar alguno de los comensales habituales.
La lista es larga, pero vale recordarla porque son parte de la historia de Pippo y sus similares, de esta zona de la bohemia trasnochada de los porteños. Bonavena, Gatica, Porcel, Olmedo, Tato Bores, Palito Ortega, Luis Sandrini, Charly García, Malvina Pastorino, Spinetta, Pappo, Gatti, Acavallo, Raul Portal, Gastón Gaudio, Andy Kusnetzoff, Alberto Fernández, muchos políticos, sobre todo, diputados y senadores, después de las largas sesiones en el vecino Congreso. Los Panchos, una noche fueron a comer y se pusieron a cantar, cuando eran, ese momento figures estelares a nivel internacional. Todo muy bohemio, porteño y divertido. Ese 2 de junio, cuando recordaban el momento de su fundación, los dueños y empleados no la estaban pasando bien.
La pandemia obligó a cerrar las puertas y a trabajar con delivery o take away. No alcanzaba para mantener la estructura y ahora se resolvió el cierre. Hay 25 empleados que esperan ver como se define la situación y tratan de salvarla buscando la manera de que alguien se haga cargo. Está muy difícil. En ese día, del aniversario, los dueños, difundieron por las redes, la descripción de lo que representa: “Pippo son los vermicelli, el tuco y pesto, un buen corte a la parrilla, los manteles de papel, el lugar de la primera cita, el lugar para juntarse con los amigos, el lugar de almuerzo, la pausa de trabajo. La calidad de la materia prima, la abundancia, y la elaboración propia de las pastas; comer comida casera, un ambiente íntimo, informal y cómplice, características que siguen siendo parte del sello Pippo”. “Cuando un amigo se va…queda un espacio vacío”.