Con un hat-trick de Messi, el seleccionado argentino no sólo se impuso al equipo boliviano, sino que gustó, y mostró un juego de pleno goce visual en el que no sólo se percibía un equipo reinante en aspectos de seguridad, sino afianzado y totalmente pulido en cuanto al manejo de la pelota tanto de forma aérea, como en su curso sobre el verde césped. 

El mal trago del domingo pasado con Brasil, parece no haber afectado en absoluto, perdurando el ánimo y la técnica. Las llegadas al área rival, incontables, tanto en el primer como en el segundo tiempo, desembocaron en 3 goles para el recuerdo, y 2 goles en offside, que más allá de haber sido invalidados, no quitaron el aire de alegría y festejo que pudo percibirse incluso una vez finalizado el partido. 

Y es que, al concluir el encuentro, las luces del Estadio Monumental, en una ráfaga de lo que parecían estrellas ilustradas, a la comparsa de una celebración, que no podía hacerse esperar ni un segundo más, como un volcán a un punto de hacer erupción, se prestaron para un espectáculo que se venía postergando ya demasiado tiempo, 28 años para ser exactos. 

Las lágrimas del capitán y 10 del equipo, Lionel Messi, resplandecieron como dos perlas en el fondo del mar, donde junto al resto de los argentinos presentes, tuvo el placer de consagrar su reivindicación en casa, junto a un enardecido coro vitoreando su nombre, y se llevó ni más ni menos que el honor de romper el récord alguna vez alcanzado por el ex delantero brasileño, el Rey Pelé. Con sus ahora 79 goles, convirtiéndose en el máximo goleador de las selecciones sudamericanas, frente a los 77 goles del ex futbolista del país vecino. 

Luego del partido, declaraba lo siguiente acerca de cómo vivió todo: “Con mucha ansiedad, con muchas ganas de poder disfrutarlo. La verdad que esperé mucho tiempo esto. Y bueno, ganamos el partido acá, es lo importante. Y ahora, a disfrutar de esto”. 

También se expresó con respecto a su emoción: “Es que hace mucho esto… lo soñé. Y gracias a Dios se me dio. Un momento único por cómo se dio, dónde se dio, después de tanto esperar. La verdad que no había mejor manera de que sea. Y poder hoy estar acá festejando, es increíble. Están mi mamá, mis hermanos, la tribuna, que sufrieron mucho también. Y… estoy muy feliz”. 

La música, los cánticos, la vuelta de la copa a casa, y festejos con pinceladas de magnánima felicidad e inmensa gratitud, terminaron por barnizar una noche que no podría calificarse de otra forma, más que mágica.