Por Francisco Grillo
A pura grieta
En la Argentina de estos días, nos ha tocado transitar por un período de inestabilidad e incertidumbre, desde lo social, hasta la economía y la política. Como en todo el mundo, la aparición de una de las más grandes pandemias, nos sacudió y potenció, más aún, nuestras dificultades.
Bastaba con nuestras propias circunstancias para que estemos complicados. Nuestra situación era preocupante y necesitaba un esfuerzo grande de la sociedad y la dirigencia para resolverla. La responsabilidad no alcanzaba solamente para el oficialismo gobernante. Hacía falta unir las fuerzas, sin dejar a nadie afuera, porque era necesario acumular toda la potencia para sacar este país del pozo tan profundo en que había caído. Fruto de muchos años de errores. A cada administración la sucedía otra, que no podía resolver lo mal hecho por la anterior, por lo contrario, le agregaba más leña al fuego. Así sucesivamente, de mal en peor. Por eso el daño fue grande, el impacto en las variables, tremendo. Ni hablar de las consecuencias. Moneda con muy bajo valor. Cierre de fuentes de trabajo, desocupación, pobreza, crisis económica, escasas reservas, la lista puede ser muy larga. Un gran déficit del Estado, la cuentas no cierran, baja el PBI, se gasta más de lo que se produce. Es como el auto que se empantana en una calle de mucho barro. El conductor acelera. Arranca, patina y se entierra cada vez más. A tal punto que no podemos sacarlo. Aparece un baqueano y ayuda. Empuja él y nosotros. No es suficiente. Alguien pasa con un caballo y ayuda. Todavía no es posible. Entran otros dos en escena. Tampoco sale, al contrario, cada vez se entierra más. Hasta que aparece uno con un tractor. Ahora sí, el tractor, el caballo, los tres hombres y nosotros, pudimos sacarlo. Que nadie se arrogue la falsa expectativa de querer sacar este país adelante sin ayuda. Nos enterraremos más. No hay otra salida que hacer fuerza entre todos. Como condición inapelable. Ponernos de acuerdo para que lado empujar. Para adelante o para atrás. Lo más fácil sería para atrás, porque con poco esfuerzo. llegaríamos al final del pozo. Estamos ahí nomás. Pero necesitamos de ayuda para tirar para adelante, todos en la misma dirección. Sin discusiones. Para poder salir y crecer. El famoso desarrollo para acercarnos a los que continuaron avanzando mientras nosotros retrocedíamos. Concentrarnos en las emergencias. La sanitaria y la económica. Lo demás, lo que no tiene urgencia, puede esperar. No es posible dedicar un solo peso, a otro tema, que no sea para salvar las vidas y el sustento de los argentinos. Invertir en camas de terapia, más testeos, que es la cuenta pendiente. No hay manera de parar la propagación si no encontramos a los positivos que andan sueltos y siguen multiplicando los contagios. Lo demás, sea lo que sea, es secundario. Vendrá cuando hayamos superado las emergencias. Hay tiempos para todo. Cuando lo importante esté todo resuelto, entonces pensemos en los detalles decorativos. Ahí sí, podemos poner la frutilla al postre para satisfacer a unos, o torta de chocolate para otros. Total, se supone que, si salimos del pozo, resolvimos la pandemia y la economía. Que son las prioridades absolutas en este momento. Una vez que esto se produzca. Si las cosas salieron bien. Porque nos unimos y armamos una fuerza capaz de superar las adversidades propias y ajenas. Entonces, quizás nos interesen las cuestiones de maquillaje. A lo mejor empezamos a ser un país en serio y nos dedicamos a cumplir con el mandato al que nos convocó la naturaleza, a los nacidos en estas tierras. Ser dignos del privilegio de heredar tanta riqueza de recursos. Con la misión, demasiado postergada, de sacarle el rendimiento necesario para convertirse en la Nación que corresponde a tamaño legado. Parecía que Fernández se perfilaba como el que podía conducir este barco al destino señalado. Sus declaraciones iniciales como que se convertiría en el presidente de la unión de los argentinos. Eran esperanzadoras. Muchos lo tomamos como una promesa a cumplir. Nos alegramos mucho porque es lo que esperábamos por años. Fuimos navegando, de la frustración al fracaso. El indicado no aparecía. Fernández, parece, todavía, que podría, lo estamos esperando. La misma pandemia podría ser un factor de unidad. En las peores crisis, las personas racionales, se unen, para salvarse. Se organizan para sobrevivir, cuando son inteligentes. Todos colaboran. Pero, ojo al piojo, las conductas humanas son impredecibles. Muchas veces, en los momentos críticos, aparecen las miserias. Como en un naufragio. Sucede, cuando la bajeza del ser humano se impone a la grandeza, y cada uno prioriza su propia salvación. Dejando a los más débiles, fuera de toda posibilidad. Con el tratamiento de la pandemia, al principio hubo atisbos de acuerdos y consensos. Pero últimamente, las municiones son cada vez más gruesas entre los extremos de la grieta. Se está compitiendo por el poder de ahora y del que vendrá. Antes de pensar en que cada vez hay menos para repartir. Las miserias de la humanidad aparecen también en la pandemia. La grieta se profundiza tanto que va a derivar en la división del territorio. Quizás esa sea, aunque horrible, la salida para terminar con la confrontación. Si se trata de dividir, dividamos bien. Partimos el territorio o la torta, en dos. Unos para un lado y los otros para el restante. Así quizás, en cada uno de los espacios estaremos juntos tirando para ese lado. Si es tan imposible la concertación, porque las ideologías prevalecen por sobre la inteligencia, separemos las ideologías y hagamos dos países con diferentes concepciones y objetivos. Quizás nos vaya mejor que tratar de «unir el agua con el aceite». Aunque, esto también puede lograrse. El agua es más densa que el aceite por eso, flota sobre el agua y no se mezclan. Pero, todo se puede lograr con actitud, conocimiento y esfuerzo. Si agregamos alcohol, que es el menos denso y actúa como agente de unión. Claro ejemplo de que la grieta se puede superar. Necesitamos un “agente de unión”. Nuestro actual presidente decidirá si asume ese rol o nos resignaremos a esperar otro turno administrativo. La decisión está en sus manos.